Iniciarse en la práctica del Mindfulness es fruto de una decisión personal. Perseverar en dicha práctica es fruto de la paciencia.

En un mundo en el que funcionamos de forma “express”, con comida rápida, dinero rápido, relaciones rápidas, espiritualidad rápida queriendo soluciones ya. Es paradójico como al quererlo todo ahora, perdemos ese ahora porque en realidad el impulso que nos lleva a desear algo ahora, está basado en una forma de ansiedad. Al conseguirlo ya no nos vale, porque nos puede más el perseguir un futuro ahora que el tenerlo y el hacer que el ser. El verdadero ahora nos da vértigo. Es como cuando te bajas de una atracción de feria en la que has estado girando a gran velocidad y de pronto te paras: pierdes el equilibrio, te desorientas y preferirías seguir girando para no marearte. El mecanismo estimulo/respuesta está servido.

Ante dicho estimulo reaccionamos de forma inmediata regidos por el cansancio, el estrés o el nerviosismo, sin pararnos a valorar la situación, lo que conlleva un alto riesgo de tomar decisiones equivocadas. La solución a toda esta vida de urgencia está en cultivar la paciencia. La paciencia hace que la vida siga su curso, observándola e interviniendo cuando lo consideramos apropiado, respondiendo ante las circunstancias, algo muy diferente a la mera reacción. Solo unos cuantos segundos marcan la diferencia entre ambas respuestas, pero los resultados son muy diferentes.

La práctica de Mindfulness es ideal para adquirir paciencia, ya que para empezar, requiere una gran contención para dirigir la mirada hacia el interior y mantenerla. El “no hacer” nos inquieta porque la mente se quiere imponer, el cuerpo se quiere imponer y las sensaciones y emociones no paran de saltar de un lado a otro (es el mono saltarín del que hablan los budistas). Es entonces cuando si acudes a centrarte en la respiración te podrás mantener en el ahora en ese instante y también en el siguiente y en el siguiente instante. La paciencia es la capacidad de oír los reclamos vacíos de tus impulsos y descubrir que no tienen el menor poder sobre ti. También lo puedes llamar autodisciplina. Una vez que aprendes a cultivarla en tu práctica meditativa te resultará fácil llevarla a tu día a día.